Tantas lunas de silencio. Los pensamientos atiborraban su mente y el tiempo estaba allí, como siempre, dispuesto a ser escrito. Pero ella temía que las letras no llegaran a ser palabras encantadas y se plasmaran carentes de armonía. Temía la escritura de lo obvio y quedar desnuda. Temía no encontrar el verbo, ni el verso o la prosa.
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