jueves, diciembre 29, 2005

el primer sueño

Hace un tiempo inicie un viaje que ha tenido más de algún traspie en el camino. Un intento de escritura que comenzaba más o menos así...

El primer sueño

Esa mañana Amanda despertó asustada, los ojos húmedos y hundidos daban cuenta de aquel mal sueño, de aquella imagen triste e incomprensible de la prima que le hablaba de su pronta muerte y le dejaba aquel encargo.

¡Dónde se habían visto muertos dejando encargos en los sueños!

Encargos de los muertos -pensaría años más tarde- debí haber hecho caso de mi madre que me había prohibido tenerlos y mandandome castigada al dormitorio con la sentencia de no volver a soñar tonterías. (como si dependiera de una)

Al levantarse se sintió confundida, corrió al dormitorio de su madre, algo más temprano que lo habitual. Amanda acostumbraba bajar al primer piso dónde estaba el dormitorio de los padres y sumergirse bajo las frazadas todas las mañanas. Le contó su sueño, aún asustada, sentía que debía hacerlo, no entendía, lo que ocurría de alguna manera la hacia sentir culpable de haber tenido aquel sueño. Como respuesta recibió un regaño -estás loca hija, cómo se te ocurre andar soñando esas cosas- dijo la madre.

Apúrense dijo el papa, estamos atrasados y llegaremos tarde. Amanda se subió a la parte trasera de aquel Fiat color café, silenciosa y aún algo asustada escuchó la conversación de sus padres sobre el conflicto con Argentina, la preocupación era inminente en todos, el miedo se había apoderado del aire en aquella ciudad.

Adiós papito, dijo Amanda a lo que el padre respondió buen día pequeña. Y se quedó parada mirando como el auto de papá se iba por la avenida hasta desaparecer, luego de dejarla en el colegio.

Tres días más tarde, junto a sus padres y hermanas viajaban en un auto hacia Río Bueno, no hubo explicaciones sobre el motivo del viaje, tampoco para el llanto desesperado de la madre, lloró tanto que sus lágrimas se fundían con la copiosa lluvia de aquel invierno. Al llegar a casa de la abuela el abrazo desconsolado de su madre con ella fueron la confirmación de que aquel sueño era posible.

Si mi niña –dijo la madre- tu prima murió, pero no se preocupe mi princesa ella esta bien ahora, no sufrió y está en el cielo junto a los angelitos. Mientras la madre continúo largo rato intentado consolarla sin necesidad, Amanda pensaba en por qué le había dicho que la muerta no había sufrido, acaso quienes mueren sufren se preguntaba. Ella no había pensado en esa posibilidad, tampoco sentía pena por la muerte de su prima, lo que le atormentaba era el encargo de la muerta.

Entre lágrima, trajes negros, comida abundante y licor por cierto, el cajón de la muerta y tanta flor de velorio terminó odiando ese día. Desde entonces nunca más soportó las flores en los velorios o en los funerales, le parecían de mal gusto.

La imagen del sueño no se había ido, estaba allí: n lo olvides –le había dicho- yo no estaré, mientras la escuchaba y la sentía veía como comenzaba a ascender por el aire la silueta, aquello era lo más parecido a la imagen de la Virgen María en clases de religión. Ya no estaré más -insistió- y necesito pedirte algo, necesito que cuides de mis hermanas, ellas estarán muy solas y te pido que las acompañes. Mientras hablaba su imagen se alejaba, subía lentamente y se desdibujaba de a poco.

¿Cómo lo haría? pensó más tarde, cuando despertó, con su corta edad no era capaz de hacerse responsable de aquel mensaje de la muerta, de entender que significaban realmente, todas las hermanas, es decir sus primas, incluida la muerta eran bastante mayores que ella. Lo que Amanda no sabía era que la vida le daría más tarde la respuesta.

La locura de los sueños comenzaba a apoderarse de ella. Algunos años después, su abuela le revelaría el secreto y la manera de vivirlo. La abuela le señalo detenidamente: no sabes todo lo sabes Amanda porque la sabiduría esta dormida y debes aprender a despertarla.

Por entonces Amanda tenía 9 años, vivía en el sur del mundo, donde se cae del mapa un trozo de tierra y donde la lluvia amenazante acompaña los días y las noches, las noches y los días. Había crecido junto al calor de una cocina a leña viendo amasar y cocer el pan. Ahora estaba en la cocina de la casa de la abuela, viendo esa misma imagen y pensando en el sueño

Ese año había hecho la primera comunión. El padre Benito la había sentado en sus rodillas días antes, para por primera y única vez hacer el rito sagrado de la confesión. Le había contado el sueño, te absuelvo hija mía, Dios entiende y perdona todo, tres padres nuestros y tres ave maría le había dicho. Se quedo pensado, mientras recitaba la sentencia del padre en porqué debía ser perdonada. Desde entonces cada vez que se sentía culpable, de manera inconsciente, en la micro, el metro, en los recreos de la escuela, recitaba los tres padre nuestros y los tres ave maría como intentando redimir la culpa.

Con todas esas señales Amanda aprendió de golpe que los sueños debían guardarse en secreto y cuando hubo de tener muchos en su pequeña cabecita y ya no pudo retenerlos decidió comenzar a escribirlos.

Qué Hacíamos En Aquel Pueblo
Mirando La Luz De Las Estrellas
Caminando Con Horizonte Incierto
Antes Del Amanecer

Por Qué Esperamos La Luz Del Día En Medio De Caricias
Suaves E Intensas
Besos Que Nos Consumían A Fuego Lento
Qué Hizo Que Me Quedará Confundida Entre Tus Brazos
Perdida En Tu Pecho

Qué Tenías En Tus Ojos Y En Tus Manos
Que Me Envolvieron Sin Darme Cuenta
Que Me Dejaron Prendida A La Luna
Esperando
Como En Un Sueño

1 comentario:

Anónimo dijo...

me ha llamdo la atencion este lugar...tiene un misterio que me sedujo...al no entenderlo a cabalidad es como si guardara un gran secreto que se escribe entre linea y linea y que solo algunos pueden leer...ese misterio de sedujo...

gracias por tu comentario...

besos y saludos...