lunes, enero 02, 2006

Inicio de la ruta 2006, sentir, fluir, dejarse llevar

Amanece el 31 de diciembre y la ciudad parece algo lenta, me desplazo por la capital en busca de mis padres que vienen a esperar el Año Nuevo con sus hijos y nietas. Me acompañan mis hijas, que ya están algo ansiosas por la celebración, qué vamos a comer?, vamos a bailar?, veremos los juegos artificiales?, que deseos vamos a pedir y regalar?, un sin fin de preguntas alegres y maravillosas.
Llegan mis padres a la Estación Central (viajar en tren es maravilloso), cargados de paquetes, bolsos y regalos. Un almuerzo familiar lleno de esperanza y amor, intentando quebrarle la mano al 2005 y encontrándole todo lo bueno. Mi madre no para de dar gracias a Dios por tantas bendiciones, mi padre simplemente feliz de ser “atendido” por su hija, cerveza fría, mantequilla en vez de margarina, ají verde son para el los signos de cuanto lo quiero. Mis hijas felices de ver la mesa tan numerosa. Mi hermano y su mujer disfrutando de sus sobrinas besos, abrazos, que grandes y hermosas que están!!!.
El ambiente es de fiesta y pareciera que nada lo va a perturbar, hay que sentir, solo sentir, dejar que fluya, dejarse llevar. No hay que pensar en nada malo, el año que viene será mejor, que no quepa duda de ello.
Empieza a caer la tarde, y luego de una intensa siesta empieza el movimiento, hay que vestirse, ducharse, peinarse, maquillarse para esperar el año nuevo. Todo lo cual es una tremenda complejidad en una casa donde hay solo un baño disponible. Mi hija mayor quiere rulos en el pelo, un pañuelo a la cintura, la pequeña quiere trenzas por millones y está indecisa de cual vestido lucir. Avanza la hora y yo aún no logro tomar una ducha. Me apresuro, mi madre opina de mi vestuario, “la otra blusa te queda mejor”, píntate un poco estas muy pálida. La Javiera pide brillo en sus labios. Todos al auto rumbo al lugar de la celebración.
El primer pisco sour me permite hacer un pequeño alto en el viaje recién iniciado, miro a mi alrededor y me contagio de la felicidad y esperanza reinantes. Veo con cierta distancia a mis hijas y me gusta lo que veo, hago el ejercicio de mirarme al espejo y también me gusta lo que observo, venga entonces el segundo pisco sour que diligentemente me sirve mi hermano que a unos metros de distancia ya había caído en la cuenta de mi alto en el viaje.
Comemos todos extremadamente felices y radiantes(parece que es de mal gusto estar tristes), muchas cosas ricas sobre la mesa augurando un buen año al menos en materia culinaria y por cierto un buen vino de compañía.
Vienen los ritos, escribir en un papel aquellas cosas malas del año, lo que nos hace mal, nos provoca tristeza, doblar y poner el papel sobre una vasija de greda para ser quemados con romero y alguna otra yerba que no recuerdo, que se vaya todo lo malo. Mis hijas y yo escribimos papeles, para ser más concreta el de la pequeña lo escribo yo, ella quiere dejar de chuparse el dedo.
Segundo rito, escribir los deseos en otro papel y ponerlos en una parte pegadita al cuerpo. La pequeña me pide que le escriba quiero aprender a leer.
Se acerca la medianoche y entonces me aseguro de estar cerca de mis bebes, el primer abrazo debe ser de a tres, ellas y yo fundidas en un abrazo.
Tercer rito, tomar un puñado de lentejas y arroz y lanzarlo al aire para que tengamos abundancia de todo tipo.
Luego de los múltiples abrazos, donde una termina diciendo “igualmente para ti”, comienza el baile, la Javiera continúa sorprendiéndome con sus habilidades para la danza. Y así pasan las horas entre las cumbias, algo de rock ochenteno, la gasolina, la salsa y el merengue ya clásico, la infaltable cueca y una música que no entiendo como se baila.
Se hace tarde, y me desplazo a mi casa con mis pequeñas, la chica dormida, la grande me acompaña despierta. Al llegar a casa me recuerda que no hicimos la cábala de las maletas, y en que topamos le respondo!!!, sacamos maletas y nos fuimos a dar una vuelta a la calle casi a las 5 de la mañana.
La madrugada me sorprendió abrazada de mis hijas en mi casa, soñando despierta en un buen 2006 lleno de viajes sorprendentes y aventureros, con nuevos compañeros de viaje y nuevos destinos, con el deseo simple de que esa sensación de felicidad calma me acompañe y acompañe a los que quiero los próximos 365 días. Sentir, fluir, dejarse llevar.


EL SUEÑO DE MI VIAJE
SIEMPRE FUE VOLVER
A COBIGARME EN EL SENO DE AQUEL PUEBLO
EL PEQUEÑO, SIN RUIDO
LLEGAR SIN MALETAS
PORQUE TODO LO QUE NECESITO ESTARÁ ALLÍ
ESPERÁNDOME
LA PLAYA Y EL BARRIO
LOS ROSTROS AMIGOS
Y SEGURAMENTE TU
TÚ ESTARÁS ALLÍ
COMPLETO Y ACOMPAÑADO
TE MIRARME DESDE LA VENTANA
LA MISMA DE ENTONCES
LA DE SIEMPRE
TAL VEZ YO TAMBIEN ESTARÉ ACOMPAÑADA
Y COMPLETA
PERO NADA IMPEDIRÁ QUE TE MIRE
CON LA MISMA TERNURA DE ENTONCES

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