- Llámame en la
tarde- me dijo.
Entonces, con la
voz asfixiada, le regale una tibia mirada.
Ese día preparé
café muy dulce. Más tarde cocine un budín de verduras y papas salteadas con
merquén. Él no regreso para la cena. Comí sola y luego dormite la tristeza en
el sofá.
Recuerdo que ese
día le dije que le quería y me quedé a su lado, mirándolo más allá de sus ojos.
Pero su miedo pudo más. Presumo que fue su miedo, su inconmensurable miedo, el
que instaló el silencio y evadió la piel.
- Llámame en la tarde - me dijo. Sin saber lo que vendría. La batalla que anunciaba el abismo apagando la armonía de los besos y la miel. Definitivamente su miedo pudo más. Conjeturo que fue su miedo, su inconmensurable miedo, el que no advirtió el precipicio que vendría. Esa noche volví al sofá y dormí el desconsuelo hasta el alba.
Ahora el cielo comienza a cambiar de color. Pero el abismo nos dejó sin puentes ni caminos para volver a andar. El espacio quedó a oscuras y en la batalla perdí el teléfono donde estaba escrito su número.
- Llámame en la tarde - me dijo. Sin saber lo que vendría. La batalla que anunciaba el abismo apagando la armonía de los besos y la miel. Definitivamente su miedo pudo más. Conjeturo que fue su miedo, su inconmensurable miedo, el que no advirtió el precipicio que vendría. Esa noche volví al sofá y dormí el desconsuelo hasta el alba.
Ahora el cielo comienza a cambiar de color. Pero el abismo nos dejó sin puentes ni caminos para volver a andar. El espacio quedó a oscuras y en la batalla perdí el teléfono donde estaba escrito su número.
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